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La artrosis u osteoartritis (OA), es una patología reumática y la enfermedad articular más común, parece ser la patología musculoesquelética más frecuente, la cual afecta aproximadamente al 10% de la población mundial mayor de 60 años, constituyendo la segunda causa de discapacidad después de las enfermedades cardiovasculares.

En la artrosis, el cartílago articular degenera por diversos motivos y aparecen una serie de síntomas tales como dolor y limitación de la amplitud articular que disminuyen la funcionalidad.

Se trata de una enfermedad progresiva o crónica y a menudo debilitante, que además crea una gran carga social y económica, dando lugar a consecuencias físicas y psicológicas significativas para la persona que la sufre.

Existe evidencia sobre la asociación existente entre una lesión previa e inestabilidad de la articulación resultante, con el posterior desarrollo de la artrosis en dicha articulación. Este proceso, conocido comúnmente como osteoartritis postraumática, es más frecuente en poblaciones que realicen gran actividad, como por ejemplo atletas de élite o personal militar. Por ello, se estima que más del 40% de los individuos con afectación ligamentosa, meniscal o lesiones superficiales articulares, desarrollará dicha patología en el futuro.

Existen factores de riesgo que influyen en la artrosis, estos pueden cambiar según la articulación afectada. Dentro de ellos, podemos destacar la genética, el sexo femenino, los traumatismos, la edad avanzada y la obesidad.
Habitualmente se localiza en las manos, rodillas, caderas y columna vertebral, aunque prácticamente cualquier articulación puede estar involucrada. En muchas ocasiones, la osteoartritis es asimétrica. Por ello nos encontraremos, un paciente que puede tener una gran osteoartritis debilitante de rodilla con una función casi normal de la pierna opuesta.

Para su diagnóstico, es importante destacar la radiografía. No obstante, también son utilizadas para descartar otras patologías asociadas la ecografía o la resonancia magnética, realizándose en ocasiones pruebas de laboratorio.
Los signos radiológicos que nos encontraremos para poder identificar dicha patología son, la disminución del espacio articular, formación de osteofitos, aparición de quistes artrósicos y geodas, engrosamiento de la cortical, deformaciones, y cambios progresivos en el aspecto de la morfología de la articulación.

Para su tratamiento, las recomendaciones más recientes sugieren la necesidad de realizar ejercicio y actividad física en combinación con la educación del paciente, como primera línea de tratamiento en este tipo de patología. Por tanto, el tratamiento estará centrado en restablecer la función articular, aliviar las molestias, evitar la progresión y mejorar la calidad de vida del paciente.

El fisioterapeuta, es el especialista en terapias físicas que ayudará a mejorar la funcionalidad y reducir el dolor articular eficazmente. Cada paciente es diferente y el tratamiento debe ser personalizado y orientado a los síntomas que generen más preocupación. También se debe limitar el alcance en la evolución de esta patología tan insidiosa, por lo que nuestro objetivo es disminuir la sintomatología y limitar el progreso de esta.

El tratamiento puede ser conservador o quirúrgico.

Si es conservador se centra en modificar las actividades de la vida diaria de los pacientes con artrosis, así como el ámbito laboral. Además, se concienciará de la exposición prolongada a actividades o movimientos que aceleren la enfermedad.
Hay una fuerte evidencia que apoya la fisioterapia como tratamiento beneficioso para estos pacientes. A través de los ejercicios isométricos e isocinéticos, se fortalece la musculatura adyacente a la articulación lesionada. Por otro lado, se ha visto que las técnicas de masoterapia y las movilizaciones pasivas y activas, evitan el deterioro del rango articular que, en combinación con la electroterapia y los baños de parafina, permiten disminuir el dolor con un efecto analgésico mejorando al mismo tiempo la inflamación con la que cursan la mayoría de los pacientes. No obstante, es fundamental el reposo cada 4h-6h aproximadamente al día, para permitir la rehidratación del cartílago. Debe tenerse en cuenta el tratamiento médico basado en la prescripción de analgésicos y antiinflamatorios (AINES), los cuales permiten la reducción del dolor, a pesar de tratarse de un proceso degenerativo y no inflamatorio, como es el caso de la artritis.

El tratamiento quirúrgico se reserva para aquellos que no mejoran con el tratamiento conservador y la terapia farmacológica, pacientes que presentan un dolor intratable, así como pérdida de la función.
Dentro de las opciones que nos ofrece la cirugía, se puede resaltar el desbridamiento articular (extirpación de osteofitos, zonas lesionadas del cartílago, lavado de partículas libres, tejido muerto), la artrodesis (fijación de la articulación en su posición funcional), las osteotomías (cortes de hueso), la artroplastia de resección y de sustitución (cuando fallan otros tratamientos, se reemplazan las partes dañadas de la articulación) y los injertos de cartílago y cultivos de condrocitos.

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